El ascenso a la montaña sagrada.
- Rafael Govela
- 14 ene 2019
- 4 Min. de lectura

Es válido detenerse a la vera del camino, descansar en los lugares adecuados y volver la vista atrás, donde, como dice el poeta: “Se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.”
¿Por qué te has detenido en este lugar? Parece peligroso. ¡Qué intrépido! Se necesita coraje. Avanzar por estos rumbos requiere de desprendimiento, de aligerar la carga. ¿Perdiste el control? Siempre has sido independiente, el que empuja, quien decide.
En el ascenso a esta montaña, he perdido el control. Ya no pretendo los resultados que dependen de circunstancias fuera de mi alcance. Hoy sólo puedo entender mi día.
Tú caminabas alegre, la vida te sonreía, te daba todo, ¿por eso decidiste emprender esta arriesgada aventura?
Ahora comprendo que no estuve del todo consciente de los riesgos del camino, decidí seguir mis sueños, la proa de mi corazón que me presentaban horizontes promisorios. Yo confié en mis fuerzas y me arriesgué sin temor.
¿Te acuerdas con que fiereza te asaltaron aquellos bandoleros? ¡Qué paliza te pusieron!
Sí, me dejaron muy golpeado. Se llevaron todo lo que tenía y me abandonaron semidesnudo en el fondo de un barranco.
Ahí conociste el rancio sabor del odio, el rencor y el resentimiento.
¿Rancio? Putrefacto y fangoso, me penetró hasta la médula. ¡Qué duro fue salir de aquel pozo profundo y oscuro! Me llevó muchos años dejar esa esclavitud.
¿Cómo lo lograste?
Salí del pozo arrastrándome con las uñas, tal vez la rabia me impulsó en un inicio. Estaba muy lastimado, pero lentamente fui recuperando mi confianza. Pedí, supliqué, insistí al Señor, desde lo más profundo de mi corazón, para que me liberara de ese lastre que me impedía vivir. Finalmente, Él escuchó mi oración: durante la celebración familiar de una nochebuena, sigiloso y fugazmente, sin que nadie lo advirtiera, un ángel pasó. No lo vi, pero sé que pasó y se llevó aquellos dolores tan profundos. ¡Qué alivio sentí! Desde ese momento, mis pasos recobraron su vigor.
¿Esa situación también te hizo entender el perdón?
Perdonar de fondo resultó una gran lección y, al perdonar a los bandoleros y a otros compañeros del pasado, al sacar esa ponzoña de mi ser, también saqué viejos resentimientos y cicatrices hasta sentirme limpio. Nunca recuperé los bienes que me quitaron, pero, al estar más ligero, el sol volvió a iluminar mi cara y la lluvia cayó fresca sobre mis campos.
¿Ves allá, en la distancia, el inicio del camino?
Sí, cada día se ve más lejano, pero siempre lo tengo presente. El jardín secreto me llenó de alegría y felicidad. Los días transcurrían ligeros, sin oscuridades.
¡Qué bellas eran las niñas que te acompañaban y el otro muchacho tan travieso!
Mucho los quise y los sigo queriendo. Todo estaba ahí no necesitaba nada más: el jardín secreto me protegió en la infancia, era un hermoso jardín lleno de juegos, alegría y diversión con la inocencia de la niñez y al correr de los años lo aprecio más, por que encuentro que ha sido mi refugio a lo largo del camino.
Oye, pero también en ese tiempo se sembraron algunas espinas.
Las enfrenté al crecer. Me ayudaron a abrir la mente para orientarme y decidir, tal vez para madurar. No fue fácil, pero he tenido muchas bendiciones.
¿Cómo llegaste a este extraño paraje? ¿Sabes a dónde vas?
Yo venía muy alegre por el camino, pero una vuelta inesperada me enfrentó súbitamente con esta montaña. Yo tenía otros planes, no he llegado hasta aquí por mi voluntad. Al ver la montaña, comprendí que no podría eludirla y que el reto requería de un peligroso, largo y arduo trabajo. Era una montaña llena de misterios, que presagiaba tiempos borrascosos.
Empecé a escalarla con determinación, comprendiendo que debía tirar toda carga, desprenderme del pasado y confiar nuevamente en el Señor. El ascenso me ha planteado retos, enigmas y desafíos totalmente inesperados y emociones desconocidas.
No te creas también he estado a punto de renunciar, ha sido ya tan largo el ascenso y tan empinada la cuesta que ha sido muy difícil sostener esa determinación, en ocasiones desfallezco, me caigo y quiero abandonar la lucha. Quisiera dar un paso en falso y caer por el despeñadero. Cuánto he dudado… pero en el fondo siempre hay una luz que me detiene, una pequeña llama que se enciende y me reanima.
Todo ello ha requerido de fuerza y solidez de mente y espíritu, de voluntad para vencer despeñaderos, incertidumbres y desalientos, pero ¿sabes?, y esto no se lo he confiado a nadie: esta montaña es sagrada.
¿Cómo sagrada? Yo la veo pedregosa y llena de espinos. Mira esos peñascos, barrancas y precipicios. Mira esos túneles oscuros, llenos de fantasmas, que has cruzado. ¡No te entiendo!
Precisamente por eso, me ha obligado a descubrir capacidades y habilidades que jamás hubiera descubierto de otra manera.
Ciertamente, ha sido un camino tremendo que me ha cimbrado en lo más hondo. Tiempos tempestuosos, dudas y desalientos agitan mi conciencia. Ni siquiera logro esperar a que lleguen momentos serenos, pero al ascender esta montaña, la fortaleza ha ido creciendo en mi interior y una sutil claridad me ha hecho darme cuenta de que, y sólo a ti te diré este secreto, en mi interior vive Dios.
Él es la fortaleza, la bondad y la alegría de mi espíritu. ¿Te acuerdas cuánto lo he buscado en este ya largo caminar? Ahora sé que siempre ha estado en mí. Por eso, esta montaña es sagrada.
No todo está hecho ni terminado, ni se a donde llegaré y si las fuerzas me sostendrán, no se que otros misterios me aguardan y si tendré el valor para enfrentarlos, a veces, como te decía, los temores me asaltan, solo confío en esa luz interior que me acompaña.
No te has dado cuenta de que la mayor batalla es en tu interior, y de que el mayor enemigo a derrotar es darse por vencido ante los restos de la vida. ¿Dudas de ti mismo?, ¿vas a renunciar a la lucha por la vida?
No, no renunciaré, me sostendré a pesar de todos los embates. Esa es mi decisión. Es una travesía cotidiana, porque cada día trae situaciones diferentes, imposibles de prever, y así habré de sostenerla hasta el fin del camino. Es una nueva forma de vivir, pero de vivir con Él en mí, y así seguiré escalando, sin importar a dónde lleve el camino, sin preguntar al mañana.
Ahora resulta que te estás convirtiendo en un guerrero.
Nunca lo he sido.
Un guerrero espiritual…
Cancún, 5 de marzo de 2018.
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