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Testimonio de experiencias y aprendizajes: Blog2

La lava del magma y la luz.

  • Foto del escritor: Rafael Govela
    Rafael Govela
  • 14 ene 2019
  • 3 Min. de lectura

Este relato es una fantasía. Echo al vuelo la imaginación en una sesión en la “cabina de energía del plasma”*. Todas estas historias fantásticas alimentan mi entusiasmo, sostienen mi ánimo, y ésta, en particular, me parece hasta divertida.


Ingreso en la cabina de la energía del plasma, una invención del científico Mehran Keshe, en la que, con esa energía, se potencializan mis intenciones como si me conectara a wifi.


Así que antes del inicio, es indispensable concentrar mi propósito: “sanar del cáncer”. ¿Qué más? En mi caso, el cáncer crece como una enredadera en las membranas de mis pulmones.


Para este comienzo debo cerrar los ojos, relajarme, hacer respiraciones profundas, despejar la mente, estar en paz… Estar conmigo mismo.


De mis pies descalzos posados sobre el piso salen fuertes raíces que se van hundiendo en el subsuelo hasta alcanzar grandes rocas en las profundidades y en ellas se afianzan.


A través de esas raíces, con exhalaciones, mando a las profundidades las preocupaciones, ansiedades, temores, malestares, que son transmutados en energía por la Madre Tierra; y, con las inhalaciones, subo el agua y los minerales, que como savia nutren todo mi ser y recibo la energía de la Tierra.


Suavemente, abro el chacra en la coronilla de la cabeza como una delicada flor de loto que despliega sus pétalos y, desde su centro, lanzo un haz de luz que me conecta con el Universo, con las energías cósmicas –inhalar y exhalar– y establezco un potente canal luminoso que invade toda mi cabeza y el corazón.


Miro esa luz nítida, prístina, descender desde lo profundo del Universo, entrar en mi cabeza, inundarla, despejarla, sólo hay luz. Con las inhalaciones tomo la luz, con las exhalaciones la bajo al corazón y recibo la energía del cielo.


Abajo, la energía de la Tierra va subiendo. Arriba, la energía del cielo va bajando. La de la Tierra llega hasta un poco abajo del ombligo, la del cielo llega hasta un poco debajo del estómago. Hay un espacio.


De pronto, todo mi cuerpo queda hueco, sólo existen mis pulmones iluminados, como transparentes.


Las rocas de las profundidades se funden con el magma del centro de la Tierra, y por mis raíces empieza a subir lava incandescente, llega a mis pies, avanza (llenando mis piernas sin quemarlas) hasta que abarca toda la geografía de la caderas.


Se forma un pozo de lava viva, ígnea, burbujeante, anaranjada y roja con pequeñas manchas negras. Revientan las burbujas, sueltan cintillas anaranjadas con hilos amarillos. Pequeñas llamas surgen y se extinguen por todas partes corriendo sobre aquella extraña superficie.


Progresivamente, la luz del cielo ilumina todo ese espacio interior. Como una luz de luna llena baña el pozo de lava sin afectar su fortaleza y vivacidad, y empieza a atraer las pequeñas chispas y girones de lava ardiente que las burbujas sueltan al reventar y suben lentamente hasta llegar a mis pulmones, los recorre en su trayectoria, cruzan sin tocar las partes sanas, hasta perderse en lo alto.


En las partes enfermas, se atoran incendiando las células, chamuscándolas. Se van acumulando ahí, en las partes malas que se encienden envueltas en fuego, soltando una humareda negra, transformándose y rompiéndose en pequeños carbones.


Todo es atraído por la luz celestial: la lava, el humo, los carbones que en el camino se pulverizan, ese finísimo polvo blanco que queda del carbón encendido para salir por la coronilla y desaparecer al integrarse a las energías cósmicas del Universo.


Así, mis pulmones se van limpiando hasta quedar sanados.


La lava inicia su retirada vaciando el pozo, abandonando mi cuerpo hueco, bajando por las raíces hasta integrarse en el magma. La luz se va retirando, sale por la coronilla y la flor de loto se cierra y flota en un espacio silencioso.


*El nombre correcto de la cabina es “Unidad de Plasma para la Salud”. Es una combinación de tecnologías del señor Mehran Keshe –un científico muy controvertido–, los “Magravs” y el plasma. La estructura que tiene esta unidad está basada en la geometría sagrada: el dodecaedro pentagonal es la figura que corresponde –supuestamente– a la configuración del centro de la tierra.


Se puede checar en la red “Mehran Keshe” y “Magravs”.

 
 
 

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