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Testimonio de experiencias y aprendizajes: Blog2

Recibir la quimio con alegría, con amor, con gratitud.

  • Foto del escritor: Rafael Govela
    Rafael Govela
  • 14 ene 2019
  • 2 Min. de lectura

Llevo en este empeño de combatir contra el cáncer cerca de tres años y, en esa travesía, he recibido diversos tipos de quimioterapias en más de 31 sesiones, además de inmunoterapias, radioterapias y otros medicamentos. Antes de que el año se despida, me aguardan ocho sesiones más con una nueva quimioterapia.


Todas las quimios y los tratamientos los veo una gran esperanza. ¡Qué duras son! Los efectos, muy intensos, se ramifican, no sólo en el aspecto físico, sino también, y eso es muy importante, en los territorios emocionales y psicológicos.


Sin mencionar los muchos impactos colaterales, el efecto principal que me causa es una enorme pesadez en la cabeza, que lastima y genera una extraña sensación hasta hacerme sentir como drogado, abandonado y perdido en medio de un gran cansancio.


En silencio, un profundo malestar viene por oleadas hasta mi cuerpo, mina mi ánimo. Las fuerzas me abandonan. Mi mundo se derrumba, y en ese círculo crece un reto infinito a la entereza y el equilibrio emocional, que callado también enfrento. Este silencio es una pausa de las palabras, es hacer espacio para el ser, sencillamente solo ser. Es un recogimiento personal para escuchar mi voz interior.


Sé que las quimioterapias pueden sanarme, son el camino, aprendo a aceptarlas y a alejarme de las nubes oscuras del horror que, con justificada razón, en el medio social donde habito, prevalecen. “¡Son un veneno!”, me han dicho muchos, pero yo he decidido recibirlas con amor.


Al llegar al centro oncológico, el químico ya conoce el ritual: me entrega las ampolletas antes de preparar el coctel. Las tomo al lado de mi hija, quien me acompaña, y juntos les damos reiki y hacemos una oración. Las bendecimos y les pido que hagan su labor, que me ayuden a sanar, que conserven mis partes sanas, que me den las fuerzas para resistir…


Recibo con gratitud la quimioterapia. ¡Cuántas personas no tienen acceso a estos tratamientos que son carísimos! Gracias a mi seguro de gastos médicos, yo tengo la oportunidad de recibirlos. ¿Cómo no agradecerlo? Hoy, sin las quimios, no les estaría contando esta historia.


Mientras dura el tratamiento, cierro los ojos y hago una larga meditación. Me relajo, respiro profundo, y limpio mi mente hasta que huyan el miedo y los pensamientos brumosos, y así, desde el fondo de mi alma, agradezco y recibo la quimio con serenidad.


Previamente he instruido a mis células: resistir, ser fuertes, dejar pasar el malestar. A mi sistema inmunológico: luchar, seguir en la batalla.


Al final, la quimio me dice: “Es tu hora para, paso a paso, terminar de sanar y abatir a las energías viejas que han desordenado a las células de tu cuerpo.” Pese a los malestares: “Tómate el tiempo para apreciar y disfrutar la dulzura de la vida.”


Los resultados de las quimioterapias no siempre son eficientes. A veces, no logro nada. El cáncer que yo tengo es raro y rebelde. Los efectos tan rudos no tienen proporción con su efectividad. Aún así, a sabiendas de ello, recibo la quimio con esperanza y fe.


Cancún, Quintana Roo junio de 2018

 
 
 

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