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Testimonio de experiencias y aprendizajes: Blog2

Sólo por hoy

  • Foto del escritor: Rafael Govela
    Rafael Govela
  • 14 ene 2019
  • 3 Min. de lectura

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Hay dos días en el año en los que nada podemos hacer, uno se llama ayer y el otro mañana. El ayer ya pasó, ya no es, ya se fue. El mañana no ha llegado, tampoco es. Sólo “es” hoy, sólo hoy puedo actuar.


El pasado sólo queda en mi mente: recuerdos, emociones, sentimientos, reacciones, consecuentes golpes psicológicos y archivos inconscientes: positivos y negativos.


Para no cargar los negativos, para no llevarlos al mañana y revivirlos, es importante tratar de liberarme todos los días de los registros de situaciones como el dolor, el miedo, la frustración, los apegos, lo que no logré porque la virtud no me alcanzó, aceptándolos y aceptándome sin juicios ni culpas.


No quiero tener ese campo de energía en mí. No sólo no ayuda, también me ata y esclaviza a lo perdido. No quiero añadir o mantener condiciones indeseables a mi situación.


Trato –no siempre lo alcanzo– de sustituir las reacciones inconscientes negativas, nacidas en mi inconsciente informado o conformado por la experiencia, por acciones virtuosas nacidas en la consciencia y la aceptación de la realidad.


Recurro a mi paz interna para actuar en el lado positivo de la vida, porque la fuerza no está afuera, sino adentro.


Las emociones y reacciones oscuras también son inspiradoras si estoy consciente de lo que ellas me quieren manifestar. Son parte de mí, son parte de mis propias limitaciones. No son perjudiciales por sí mismas, sólo si dejo que me dominen, que determinen mi actuar.


Soy el observador de mí mismo y trato de descubrir el mensaje: si algo me da miedo, descifro el porqué o mejor el para qué, a qué debilidad me enfrenta. Si mi ego está ofendido es ¿por falta de seguridad?


El sol nace y muere cada día, y sólo por ese día es así de esa manera: brillante, luminoso o quemante, calcinador o suave, u oculto y difuso, o es que, tal vez, así lo percibí yo.


Quiero vivir de la manera más inspirada y creativa posible, a pesar de los pesares, y apreciar todo lo bueno, poner mi atención en las cosas agradables y bellas que puedo disfrutar. Ya no estoy esperando que un acontecimiento del porvenir me sane, me salve. Vivo en el aquí y en el ahora, con mi mejor ánimo.


¡Cuando me sane, cuando supere esta adversidad, seré feliz!, y entonces mantengo la infelicidad en el presente y yo, en verdad, no sé si llegue al futuro.


Es mejor soltar el miedo, el sufrimiento y el dolor: la negatividad del pasado. Aprender la lección, entender, trascender lo que no es: las ilusiones y los espejismos del ayer.


Acepto plenamente mi circunstancia, observo las alegrías cotidianas, las enormes bendiciones que tengo, todo lo que sí puedo hacer, el amor que me rodea, la belleza de mi hogar y mi jardín. Hacer y dar lo mejor de mí en este instante. Decir “sí” a lo que es hoy, y que la virtud, la fuerza, la entereza y la fe me alcancen sólo para este día.


Así, aunque la mente me confronta con todas esas realidades ligadas con el tiempo, -llevo más de dos años y medio en este proceso, más de treinta quimioterapias y sus consecuentes y múltiples repercusiones, y avanzo por un camino desconocido sin tener idea de lo qué pasará- he encontrado la gran importancia de ver y vivir sólo el hoy, librando o tratando de librar mis angustias.


Hace poco tiempo, me hicieron una punción porque el pulmón derecho, provocado por un sorpresivo incremento de la actividad tumoral, tenía líquido. Me lo sacaron y me dejaron un catéter para denar durante dos semanas.


Fue muy, pero muy doloroso, y, cuando el dolor desapareció, fue muy incómodo no sólo eso, sino también la fuerza del evento, lo insólito del repentino crecimiento tumoral, debo de reconocer, me derribó, me abatió, me bajó la guardia y las preocupaciones me desbordaron.


Cuando regresé a mi casa después de que me quitaron el catéter, al llegar a la puerta sopló una brisa fresca y el viento me rodeó. Entonces, cerré los ojos y dejé ir, solté todo el dolor. Me dije: “Eso fue ayer, ya no es, ya pasó”, y sentí cómo el viento, al pasar por mí, se llevaba todo ese sufrimiento.


Fue un momento muy libertador y pude empezar a digerir y superar esos eventos y volver a mi paz, al ahora y retomar paulatinamente la serenidad.

Es indispensable esforzarme para lograr diariamente un comportamiento virtuoso, un comportamiento más pacífico o más paciente o más activo o más ubicado, más tolerante, menos permisivo.


Al final de la película Camina conmigo, unos monjes tibetanos en Francia cantan:


La felicidad es aquí y ahora.

He dejado mis preocupaciones.

Sé que vaya a donde vaya, yo llegaré,

pero no necesito darme prisa.


Rafael Govela, octubre de 2018


Recomendaciones:

  • Película: Camina conmigo, en Netflix.

  • Libro El poder del ahora. Un camino hacia la realización espiritual. Eckhart Tolle. Grupo Editorial Norma. www.librerianorma.com

 
 
 

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